Entre Amigas by Laura Freixas

Entre Amigas by Laura Freixas

autor:Laura Freixas [Freixas, Laura]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T00:00:00+00:00


CINCO

SON cuadros de gran formato, todos ellos variaciones sobre la misma idea. Un paisaje urbano, o el interior de una habitación, pintado al óleo, con vaguedad, a grandes pinceladas, en tonos grises y pardos, ocupa casi toda la superficie; pero en ella se abre un pequeño espacio —una puerta entornada, una ventana, una franja de cielo entre dos muros— donde se concentran el color y las formas, sólo sugeridas: se adivina un jardín verde y lila con estatuas de mármol, una silueta con sombrero y boa de plumas, un lago con cisnes… En algunos de los cuadros, el óleo se mezcla con otros materiales: serrín, papel de periódico, billetes de metro, ruedecillas dentadas, para la parte gris, y en la de colores, terciopelo, cintas de seda, plumas, papel charol…

Uno de los cuadros, el mayor, todavía en el caballete —aún no está seco y exhala ese olor a pintura al óleo y a aguarrás que fue siempre el misterioso olor de Tina—, es una tela vertical, aunque da una impresión de profundidad más que de altura. Representa un lienzo blanco, en penumbra, con relieve como si tapara un bulto y colocado sobre un caballete cuyas patas parecen las de algún animal. De entre ellas asoma una caracola, o un cuerno de la abundancia, del que se derrama un desorden de colores y brillos, una profusión de pedacitos de pasamanería, abalorios de colores, lentejuelas, trocitos de papel de plata.

—Me gustan muchísimo —digo, con toda sinceridad—. Mucho más que todo lo que había visto tuyo.

Tina sonríe y se ilumina.

—¿Cuáles prefieres: los óleos o los collages?

—Los collages, de lejos.

—Sí, yo también. Hace sólo un año que he empezado con esa técnica, y es todo un mundo de nuevas posibilidades.

Callamos. Saboreo el silencio del estudio de Tina, tan distinto al bullicio de mi casa. Ésta, pienso, podría haber sido mi vida, si la hubiera consagrado a escribir. Aquí, en lo alto de estos cinco pisos, tras subir una escalera que cruje y huele a cera y polvo. En esta antigua chambre de bonne con el techo inclinado, casi sin muebles: la mecedora de mimbre en la que estoy sentada, el sofá-cama donde se ha recostado Tina, una mesita árabe de metal dorado sobre patas de madera calada, en el techo una lámpara árabe con facetas de cristal de distintos colores, y un biombo pintado que oculta la escueta cocina y el aseo. Arropada por el olor a pintura y aguarrás que la recibe a una con los brazos abiertos en cuanto abre la puerta, y que para Tina es sin duda el olor de la felicidad. En este estudio diminuto con una inmensa ventana, que da a una calle inconfundiblemente parisina: tejados de pizarra, un florista en la esquina, un café-tabac, y una estrecha escalera que baja hacia otra calle, recordándonos que estamos en Montmartre, el único barrio en pendiente de París. Aquí, en esta habitación toda ventana, con París a mis pies… Nostálgica y celosa, imagino una vida con un norte, imantada, electrizada, agua



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